La autorregulación de un niño se logra a través del desarrollo de habilidades y destrezas con las que aprende a usar adecuadamente el tiempo, regular sus comportamientos, reacciones, relaciones y procesos académicos. Es el anhelo de todo adulto educador.

Para la Dra. María Montessori era un proceso de NORMALIZACIÓN, y lo describió con claridad en “La mente del bambino”:
La normalización proviene de la ‘concentración’ en un trabajo. Para este fin es preciso que en el ambiente existan motivos aptos para provocar esta atención: que los objetos se utilicen según la finalidad para la que fueron construidos, lo cual conduce a un ‘orden mental’ y además que se ‘utilicen exactamente’, lo que conduce a la ‘coordinación de los movimientos”.
Ello nos ratifica, una vez más, que alcanzar niveles de normalización involucra aspectos, que, a su vez, producen sinérgicamente unos efectos éticos y psíquicos en el desarrollo de los potenciales humanos. Es decir, que se va construyendo un tejido de eslabones que son importantes para construir el todo, sin dejar de lado la sistematización de cada uno. Nombraremos doce de estos eslabones:
1. Acción → 2. Coordinación de movimientos → 3. Concentración → 4. Perfeccionamiento de procesos de aprendizaje → 5. Desarrollo de inteligencia → 6. Satisfacción por adquisición de logros → 7. Alegría → 8. Elevación → 9. Gozo → 10. Tranquilidad → 11. Observación pacífica del entorno → 12. Maduración de procesos de autorregulación.
El paso entre los dos estadios (delineaciones desviadas anormales del carácter del niño) siempre tiene lugar después de un trabajo realizado por la mano sobre los objetos, trabajo acompañado de concentración mental. Llamamos este fenómeno psicológico como fenómeno de normalización
La mente del Bambino
No podemos ignorar que la familia que le corresponde a cada niño es perfecta, pero, también hay que considerar que esta influye en la adquisición de ideas, conceptos adquiridos no verificados y creencias; estas a su vez son acompañadas por las construcciones colectivas de la cultura a la que le correspondió pertenecer.
Además, es evidente que la información adquirida por muchos padres y madres en cuanto a una forma de educar en casa, proviene de modelos repetidos con enfoques tradicionales donde prima el castigo y el premio, con el objetivo de aconductar al pequeño para la quietud. Ello trae como consecuencias desviaciones en los comportamientos infantiles y en el desarrollo de su personalidad.
La búsqueda frecuente del llanto, enuresis, irritabilidad infantil, comerse las uñas, dificultades en los procesos de lecto-escritura y lecto-aritmética, son unas de las señales que manifiesta el organismo cuando se encuentra en estado de frustración y no puede llevar a cabo lo que su maestro interno le dicta, que no es más que la exploración del entorno y la búsqueda de experiencias sensoriales vivenciales.
Dar el trabajo apropiado es lo importante. La mente tiene continua necesidad de trabajo. Tenerla siempre ocupada en actividades sanas es un ejercicio espiritual. Cuando la mente se abandona en la quietud, en no hacer nada, entra el diablo. Un hombre en la inercia no puede ser espiritual – María Montessori
Se cree que debe enseñarse el respeto por los animales porque se piensa que los niños son crueles o insensibles por naturaleza, pero no es así; al contrario, cuando los niños están normalizados, tienen un instinto de protección – María Montessori
Nos es difícil comprender que todo este tipo de desviaciones y manifestaciones de impulsividad, agresividad, indisciplina, no son más que expresiones de malestar en los niños frente a tratos inadecuados de parte del adulto, o actitudes donde el infante es criticado, juzgado verbalmente y condenado a ubicarse en el grupo de los que no sirven o son inaceptables.
El proceso de normalización requiere claridad por parte del guía, para llevarlo a cabo se requiere saber lo siguiente:
- Existen ejercicios preliminares en experiencias concretas para iniciar el proceso de normalización.
- El proceso de normalización puede tomar de uno a tres meses, siempre y cuando se realicen las actividades preliminares adecuadamente.
- El proceso de autorregulación del niño se da cuando las condiciones del entorno involucran acciones sistematizadas, que, a través de la repetición y el modelo del guía, se convierten en hábitos.
- La normalización es un proceso holístico que involucra simultáneamente el desarrollo de la evolución de las dimensiones mental, espiritual, emocional y corporal.
- Las instrucciones claras por parte del adulto, desde una perspectiva de comunicación asertiva, en cuanto a lo que se espera de su comportamiento individual que repercutirá en el bienestar del ambiente colectivo, es de primordial importancia.
- Deben existir unos “acuerdos” de grupo que deben ser oficializados, aprobados y recordados para que se hagan masa crítica y los procesos de autorregulación se conviertan en una decisión individual y una actitud colectiva.
- Los procesos de normalización son vitales para que se den los resultados esperados en la adquisición de habilidades y competencias en las áreas cognitivas y de aprendizaje significativo.
Por otro lado, la normalización implica unos escalones que se van dando sistemáticamente y que conectan la acción con el desarrollo de habilidades para una efectiva normalización, estos escalones son:

Cuando el niño alcanza estos escalones se siente en armonía, lo que le facilita al adulto los senderos de aprendizaje con ambientes donde predomina el orden y la disciplina. Son cuatro niveles que progresivamente se desarrollan en ambientes preparados y acompañados de adultos relajados, prestos a servir y a respetar el espíritu del niño.
El éxito del proceso ocurre cuando el niño puede llevar a cabo el desarrollo de todos sus potenciales físicos, mentales, emocionales y espirituales. Son cuatro escalones para ascender y comprender el significado de la vida, a la vez que son cuatro dimensiones del ser que no se pueden ignorar y menos parcelar, pues somos un todo y todas las partes son importantes para que exista ese todo.
El resultado, que es verificable desde la pedagogía científica, trae consigo progreso, armonía, no desgasta sino que energiza y trae satisfacción tanto para el aprendiz como para el guía, quien asiste en el milagro pedagógico de la vida misma.
Si tenemos claridad en el por qué y para qué de la normalización, encontraremos un individuo en equilibrio constante y congruencia entre su actuar, su pensar y su sentir en nivelación continua con su sabiduría espiritual.
En su alimentación espiritual, en lo que el niño desenvuelve una actividad organizada, compleja, en la cual al mismo tiempo que responde a un impulso primitivo; ejercita la inteligencia y desarrolla cualidades que consideramos de orden superior y extrañas a la naturaleza del niño, como son: La paciencia, la constancia en el trabajo y el orden moral: La obediencia, la suavidad de su carácter, el afecto, la gracia y la serenidad – María Montessori
La Autoeducación en la Escuela Elemental
