La Relación del Infante con su Madre

“¿Qué es una Mamá? … Es cuando después de 9 meses de gestación un bebé da a luz una madre…” Jairo Anibal Niño

Cuando hablamos de la relación del infante con la madre, hablamos de una relación recíproca entre la madre y el infante. Ella es quien eligió su embarazo, traer a la luz a su criatura y es su responsabilidad frente a la vida lo que seguirá desde el momento de su nacimiento en adelante.

El bebé establece una relación sinérgica con su madre, ambos vibran energética y biológicamente. Él puede identificar cómo se siente su madre, y ella es el único ser viviente capaz de identificar el plan interno y la programación con la que nace ese ser.

Esa beba o ese bebé ya vienen con su plan genético listo para ser activado, y solo ella –la madre- está en capacidad de identificar cuáles son sus verdaderas necesidades internas; necesidades auténticas del bebé. Ella tiene el deber ético frente a la vida de identificar esas necesidades para preparar ambientes adecuados, de tal manera que el infante pueda satisfacer al máximo su necesidad. Esto proporcionará la construcción de un ser “satisfecho y realizado” con la vida, y no “adaptado” a una situación por dependencias emocionales.

El momento sagrado del nacimiento traza el inicio del camino. En un parto natural el bebé, de forma “natural y espontánea”, avisa que ya quiere bajar y llegar. Sale por el canal, se activa su sistema límbico cerebral y ve con agrado por primera vez la luz. Por otra parte, en una cesárea, el cirujano abre el vientre sin avisarle y comete el primer acto atropellador hacia la vida, el bebé tiende a devolverse. Por primera vez, se encuentra con la muerte antes de vivir. El bebé nacido por cesárea es, o muy temeroso y tímido, o muy atrevido y lanzado.

Esta cría mamífera llega con necesidades vitales primarias como son el calorcito de la madre, y succionar de la mama de su progenitora. Dando de mamar leche materna activamos todos los principios sinérgicos en el bebé y en su madre: el deseo de proteger a la cría, satisfacer el hambre, sentirse protegido y amado, sentir seguridad frente a la vida, el contacto táctil, el hacerse más inteligente, el acariciarse mutuamente, el mejor antibiótico, la mejor vacuna, el coqueteo ocular, el desarrollo de la picardía y la comunicación oral afectiva, ver a la vida crecer y florecer con amor y felicidad…

La boca está unida al oído, a la nariz y a la garganta. Cuando biológicamente el “mamífero no puede agarrar a la presa”, es decir, que no pudo mamar de la “mama” de su madre, es muy factible que durante los primeros cinco años de vida se activen las enfermedades relacionadas con la amigdalitis, sinusitis y otitis. Todas las señoras “itis” vienen a visitar al bebé.

El bebé llega desde el nacimiento con su propio lenguaje corporal, su singularidad y da manifestaciones de agrado o desarmonía hacia las diferentes situaciones. La mami debe hablar con él respetuosamente e indicarle todos los cuidados higiénicos a realizar. De esta forma desaparecen los actos mecánicos y el bebé aprende a dar señales cuando ya está listo a cooperar con los actos de cuidado.

El infante llega equipado con todo lo  necesario para ser feliz: sus sentidos. Ellos son el canal de comunicación con la vida. Por medio de ellos se dedica al mundo y conoce cómo funciona.

Así mismo, es importante señalar que en el tacto se consigue la prolongación de su inteligencia. En las yemas de sus deditos se encuentran los terminales de las fibras nerviosas que llevan los mensajes al cerebro. Un ambiente preparado adecuadamente –con esmero y agrado– estimula al bebé. Un masaje amoroso antes del baño lo ayuda a crecer saludablemente y a hacerse más intrépido a nivel mental.

El bebé manifiesta la historia de la evolución en su primer año de vida. Inició su camino como pez en el líquido materno, se arrastró como anfibio, reptó, se sentó y se paró. Caminó como humano para iniciar el camino de la vida y el sendero del aprendizaje mayor al que llega el ser humano: Aprender qué cosa realmente es el AMOR.

Dependiendo de cómo tratemos al niño en sus primeros seis años de vida, trazaremos las bases de la personalidad de ese SER, y él podrá llenar cada una de sus células con bienestar, mirando su vida con agrado y alegría, despertando cada mañana con una sonrisa que indica que tiene muchas ganas de vivir. O, contradictoriamente –como es la realidad de muchos chiquitos colombianos–, llenar cada una de las células de su ser con maltrato infantil (violencia, sobreprotección, indiferencia), y con malestar por la vida. Es así como en nuestro país –desde el seno familiar– se construyen seres que cada mañana al levantarse ven la vida oscura y agresiva, llena de desamor.

¿Cuál de las dos opciones tomarías tú?